Aquí y en todo el mundo hemos sembrado una semilla que durante años ha sido regada con coraje, determinación, unidad y esperanza. Esa semilla ha germinado en un movimiento poderoso por la justicia reproductiva, con raíces que se aferran a la memoria colectiva, tallos que resisten cualquier embate, y frutos que anuncian que la libertad y el goce no solo son posibles, sino inevitables.
Este suelo común que hoy compartimos es una instantánea del poder de nuestra acción colectiva. Es un recordatorio de que seguimos avanzando, sin importar los obstáculos, con la certeza de que floreceremos.
Hoy reafirmamos nuestro sentido y llamado a:
Cultivar un feminismo vibrante, incluyente y sin protagonismos, con narrativas poderosas que desmantelen el estigma y abran nuevos imaginarios.
Cuidar nuestra fuerza movilizadora y la forma en que luchamos: con ternura, con alegría, con cuidado entre nosotras.
Recuperar nuestras memorias, honrar las estrategias que nos trajeron hasta aquí, y asegurar que las luchas y aprendizajes sigan vivos en las generaciones que vienen.
Capacitar de forma continua al personal de salud y de estadísticas, para garantizar datos precisos que respalden nuestras exigencias y políticas públicas.
Situar la justicia reproductiva como parte inseparable de la justicia social y de la lucha por la democracia, retomando su raíz política y transformadora.
Apostar por alianzas nuevas y más profundas, entre comunidades, redes, profesionales e instituciones, desde lo local hasta lo global.
Asegurar que la información sea clara, accesible y libre de juicios, y llegue a todas, especialmente a las más jóvenes, rurales, migrantes, indígenas o históricamente excluidas.
Fortalecer sistemas públicos, programas sociales y normas vigentes para que el aborto seguro, la anticoncepción y la salud sexual y reproductiva no dependan del privilegio, sino que sean derechos garantizados.
Transformar la formación en salud, impulsando currículas con enfoque de género y derechos humanos, donde el aborto sea parte de la atención digna.
Cuidar nuestra seguridad y autocuidado, para que ninguna defensora camine sola ni se desgaste en soledad.
No soltar. No soltar la exigencia del acceso, de la aplicación de las normas, de la justicia que aún nos deben.
Y al mismo tiempo…
Cuidar lo cotidiano, lo colectivo y lo concreto. Transformar el mundo también significa transformar nuestros vínculos, nuestras prácticas, nuestras formas de vivir la lucha.
Bailar. Porque, como dijo Emma Goldman, ¿qué sentido tiene la revolución si no podemos bailar?
Seguir buscando lo bueno, lo bello y lo poderoso. El movimiento feminista latinoamericano lo hizo antes. Nos toca seguir haciéndolo florecer.
Sabemos que esta lista podría no acabar, así como no acaba nuestro entusiasmo y nuestra ilusión de habitar una tierra mejor para todas.
Por lo tanto, sigamos arando, sembrando, cosechando y regando nuestras intenciones, nuestras palabras, nuestras memorias y nuestro poder individual y colectivo por todas, todos y todes.